La recaudación de este fondo servirá para apoyar a sacerdotes misioneros, religiosas y misioneros laicos sobre el terreno que prestan asistencia a los afectados por la catástrofe, definida por monseñor Antoine Audo, SJ, obispo caldeo de Alepo, en Siria, como una «bomba tremenda».
«Aunque es demasiado pronto para conocer el alcance total de la devastación causada por el terremoto, la experiencia nos dice que los próximos días serán críticos», dijo Monseñor Kieran Harrington, Director Nacional de las Obras Misionales Pontificias de Estados Unidos. «Los misioneros están dispuestos a ayudar, y el director nacional en Turquía ya está trabajando con las ONG locales para garantizar que cada dólar enviado vaya directamente a los más afectados por esta tragedia.»
Las Obras Misionales Pontificias de Estados Unidos distribuirán las subvenciones a través de las diócesis católicas y de organizaciones colaboradoras de confianza para garantizar que los fondos beneficien plenamente a las necesidades inmediatas y continuas de las comunidades afectadas por este devastador acontecimiento.
El número de muertos en Turquía y Siria se eleva al menos a 3.700. La Organización Mundial de la Salud advirtió de que esta cifra podría multiplicarse por ocho, ya que las heladas dificultan las labores de rescate y agravan la difícil situación de los casi 14.000 heridos y personas sin hogar.
«En los próximos días, estas cifras seguirán subiendo», dijo monseñor Harrington. «Nuestra esperanza es que los católicos de Estados Unidos respondan generosamente, proporcionando recursos críticos para aliviar el sufrimiento humano».
Los donativos para facilitar la atención pastoral pueden hacerse al Fondo de Ayuda a Turquía y Siria tras el terremoto aquí.
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