Mientras Siria conmemora solemnemente su decimocuarto año de implacable conflicto y el primer aniversario del devastador terremoto de 2023 que mató a más de 50.000 personas en este país y en la vecina Turquía, el diácono ingeniero Saad Mounir Antti ofrece una conmovedora visión de las luchas y la resistencia de su patria.

«Siria fue una vez uno de los países más bellos y sofisticados de Oriente Próximo», recuerda el diácono Saad, que contrasta con la desgarradora realidad a la que se enfrenta ahora su pueblo.

Las estadísticas de las Naciones Unidas describen una situación desesperada, pero es el relato personal del diácono Saad el que realmente pone de relieve la difícil situación de la población siria. «El 11 de febrero de 2013, mi familia y yo abandonamos nuestro hogar y nuestro trabajo con lo puesto, buscando refugio en la ciudad de Al-Hasakah, en el noreste de Siria, para empezar de nuevo nuestras vidas. Más tarde, el ISIS entró en nuestra nueva ciudad en 2015, lo que nos hizo huir hacia el norte de Siria durante varios meses. Regresamos y nos instalamos en Al-Hasakah cuando la situación se estabilizó».

Luego, en 2016, volvieron a desplazarse, esta vez hacia el oeste de Siria, «mientras la guerra seguía cobrándose su precio entre nosotros.»

Al igual que muchas familias cristianas, el diácono Saad y su familia se plantearon la posibilidad de emigrar, pero todos sus intentos fueron infructuosos. Debido al estrés de la angustiosa situación, su padre sufrió un derrame cerebral y ahora está paralizado de un lado.

«Vivo en una casa con mi padre Mounir (arquitecto), mi madre Hayat (maestra de escuela), mi hermano mayor Firas (antiguo empleado de la ONU y licenciado en la Facultad de Económicas), mi esposa Sonia (abogada) y mis dos hijos, Sarah (5 años) y Charbel (2 años)» compartió el diácono Saad.

La comunidad cristiana, parte integrante del diverso tapiz de Siria, ha soportado penurias inconmensurables. El diácono Saad detalla esta lucha: «Desde el comienzo de la guerra hasta ahora, más del 55% de los cristianos han huido de la región». Su difícil situación es un microcosmos de la crisis siria en general, donde las necesidades básicas son cada vez más inalcanzables y la supervivencia es un reto diario.

El terremoto de 2023, a pesar de su magnitud trágica y casi sin precedentes, fue otra gota de agua en un vaso ya rebosante. El diácono Saad describe los efectos inmediatos y a largo plazo: «El terremoto tuvo efectos agravados tras 12 años de guerra, hambruna y pobreza en Siria». Habla de desplazamientos, traumas psicológicos y una comunidad sacudida que lucha por encontrar la estabilidad en medio de una agitación continua.

El terremoto que asoló el norte de Siria el pasado febrero se sumó a las cargas de los sirios. Su impacto se concentró más en la ciudad de Alepo, y tuvo un impacto menor en Al-Hasakah». dijo el diácono Saad. «Sin embargo, causó mucho miedo y angustia psicológica entre los niños, especialmente cuando se produjeron réplicas al día siguiente. Mi hija de cinco años aún tiene miedo de dormir sola».

En cuanto a los efectos a largo plazo del terremoto, dijo, cientos, si no miles, de cristianos fueron desplazados a otras ciudades de la costa siria, al sur de Siria, y algunos a Europa y Canadá: «Esto ha provocado una disminución del número de cristianos en la región».

También ha provocado importantes repercusiones económicas debido a la destrucción y los daños sufridos por las infraestructuras, obstaculizando el progreso del país al retrasar los esfuerzos de reconstrucción acordados internacionalmente. Además, han aumentado los efectos psicológicos y los disturbios sociales. «Hemos sido testigos de numerosos casos de universitarios cristianos que abandonaron sus universidades y no han podido regresar por miedo a lo que presenciaron durante el terremoto del año pasado», afirmó.

A pesar de estas adversidades, la comunidad cristiana se mantiene firme, apoyada por los inquebrantables esfuerzos de la Iglesia. «Las iglesias han intervenido en diversos sectores, abriendo sus puertas para acoger a aquellos cuyos hogares fueron destruidos», explica el diácono Saad. Sin embargo, es sincero acerca de las limitaciones a las que se enfrenta debido a las sanciones económicas y la imperiosa necesidad de ayuda internacional.

La llamada a la acción del diácono Saad es sentida y urgente:«Levanto mi voz para que se siga prestando apoyo a los cristianos del norte y el este de Siria y se aumente este apoyo para preservar la presencia cristiana en Oriente», implora. Describe las necesidades críticas: apoyo sanitario, becas educativas, formación profesional para mujeres y desarrollo de infraestructuras.

Al concluir su mensaje, el diácono Saad reflexiona sobre el papel de la comunidad mundial: «El mundo ha dejado que los cristianos del noreste de Siria perezcan lentamente en esta región sin que nadie se preocupe por ellos». Su súplica es un poderoso recordatorio de nuestra responsabilidad compartida de apoyar a los necesitados, de ser un faro de esperanza en sus horas más oscuras.

«Desde esta plataforma, como diácono de la diócesis de Hassakeh y representante de la comunidad católica siríaca, así como director ejecutivo del Centro de Ayuda Mar Assia desde hace más de diez años, alzo mi voz para que se siga prestando apoyo a los cristianos del norte y el este de Siria y se aumente este apoyo para preservar la presencia cristiana en Oriente», declaró el diácono Saad.

Mientras el mundo celebra la Pascua, la historia de Siria -una tierra de antiguas creencias, ahora desgarrada por la guerra y los desastres naturales- es un conmovedor recordatorio de la necesidad de compasión, solidaridad y acción. Es un llamamiento a cada uno de nosotros para que contribuyamos, apoyemos y demos testimonio del poder perdurable del espíritu humano, alentado por la fe y el apoyo comunitario.

**Las Obras Misionales Pontificias de Estados Unidos, a través de su plataforma de crowdfunding Missio, han recaudado más de 900.000 dólares de fondos de ayuda para Siria y Turquía tras el terremoto. Puede encontrar este proyecto, y muchos otros, en www.missio.org.