En lo alto de la colina del Janículo de Roma, en el abrazo de la Ciudad Eterna, el Pontificio Colegio Urbano se erige como faro de la misión de la Iglesia, con la mirada puesta en la cúpula de la Basílica de San Pedro. Este seminario, cuna histórica del sacerdocio desde 1627, no es sólo un testimonio de la universalidad de la Iglesia católica, sino un participante activo en la configuración de su futuro.
El Padre Armando Nugnes, rector, lo describe como una puerta a la Iglesia global, «una obra estratégica y fundamental para el Dicasterio para la Evangelización«, que supervisa las cuatro Obras Misionales Pontificias.
El Padre Armando lo explica, «Este seminario fue una de las primeras obras significativas de Propaganda Fidei, centrada en la formación desde el principio». A diferencia de otras instituciones, el Urban College se creó para educar a misioneros de los propios territorios de misión. «Ayudamos a las iglesias jóvenes a crecer formando a quienes, a su vez, educarán a futuros sacerdotes y laicos, ayudando a la iglesia local a madurar y a ser autosuficiente».
Actualmente, el seminario alberga a 166 seminaristas de territorios de misión -el 60% son de África, el 40% de Asia, con una pequeña representación de Oceanía y América Latina- que cursan su primer ciclo de teología o licenciatura.
Estos seminaristas son seleccionados por sus obispos por su aptitud académica y su celo misionero. Son los futuros formadores de los seminarios locales y potenciales líderes diocesanos.
El Colegio Urbano ha dado lugar a otras instituciones, como los colegios de San Pedro y San Pablo, que acogen a sacerdotes que cursan estudios en Roma. Los Obispos pueden solicitar becas para seminaristas hasta el diaconado o para sacerdotes ya ordenados. También existe el Colegio Mater Ecclesia para religiosas, que subraya la prioridad del Dicasterio de promover la presencia femenina en las casas de formación.
«La Universidad surgió del Colegio Urbano, y ambos se sostienen gracias al apoyo de las Obras Misionales Pontificias», afirma el Padre Armando. Las becas cubren la matrícula universitaria, los gastos de residencia, las comidas y la asistencia sanitaria, que puede ser importante debido a las difíciles condiciones higiénicas de los países de origen de los seminaristas. «Cada alumno representa una inversión de 13.000 dólares al año», revela. Las diócesis se hacen cargo de los gastos de viaje y del dinero de bolsillo para necesidades personales.
«Tenemos cuidado de no fomentar una mentalidad elitista, sino de ofrecer una experiencia concreta de la universalidad de la Iglesia», subraya. La comunidad multicultural del seminario habla varias lenguas y practica cinco ritos distintos. «Los 166 seminaristas de este año proceden de 120 diócesis de 35 países, creando una comunidad única que encarna el milagro del Colegio Urbano».
Seminaristas de orígenes culturalmente diversos, incluso de naciones en guerra, viven como hermanos en Roma. «Nuestro programa formativo es multicultural, y educamos a los futuros sacerdotes para que sean hombres de diálogo, una habilidad que se aprende con la experiencia, no con los libros», afirma el Padre Armando. Este aprendizaje experimental del diálogo es crucial para sus futuras funciones pacificadoras en sus diócesis.
El sentido de responsabilidad durante la Jornada Mundial de las Misiones (que se celebra anualmente en todo el mundo el penúltimo domingo de octubre) en las diócesis de los seminaristas es profundo. «Los cristianos de estos territorios no ven la Jornada Mundial de las Misiones como un día para vivir de los demás, sino como una llamada a pensar en los demás», reflexiona el Padre Armando. Esto es especialmente cierto durante la Jornada de la Asociación de la Infancia Misionera, en la que los niños de cada parroquia trabajan para ayudar a los demás. «Desde su juventud, se les enseña a compartir lo poco que tienen, encarnando el espíritu de dar».
Encaramado sobre el Vaticano, el Pontificio Colegio Urbano no sólo domina el corazón físico de la Iglesia católica, sino que también representa una cumbre espiritual y educativa desde la que se forman los futuros líderes de la Iglesia en los territorios de misión, dispuestos a descender a los valles de las diversas culturas del mundo, llevando consigo la luz de la fe, la educación y el diálogo.
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