En la cuna de nuestra fe, Tierra Santa, donde el mensaje de amor y redención se compartió por primera vez con el mundo, nos encontramos de nuevo en una coyuntura de conflicto y dolor. Como ha expresado apasionadamente el Papa Francisco, la situación ha alcanzado una intensidad alarmante, y los gritos por la paz resuenan con más fuerza que nunca.

«Que callen las armas y escuchemos el grito de paz de los pobres, del pueblo, de los niños», nos dijo el Papa Francisco el 18 de octubre, instando a la oración, al ayuno y al sacrificio por la paz en Tierra Santa.

«La guerra anula el futuro, anula el porvenir. Exhorto a los creyentes a tomar un solo partido en este conflicto: el de la paz. Pero no con palabras, sino con la oración, con una entrega total», ha dicho el Santo Padre.

Tierra Santa es un testimonio de la historia viva del cristianismo, un lugar donde el tiempo se detiene y los relatos de la Biblia cobran vida. Es donde Cristo, faro de paz y salvación, nació, caminó y compartió Su mensaje.

Hoy, esta misma tierra, que fue testigo del amor de Cristo, anhela la unidad y la paz.

El Papa Francisco, nuestro pastor, nos ha implorado a todos que permanezcamos unidos, no como facciones divididas o creencias políticas diferentes, sino como una sola familia humana. La escalada del conflicto ha provocado un número cada vez mayor de víctimas, y se cierne la amenaza de una catástrofe humanitaria. «La guerra no resuelve ningún problema», nos recuerda. En cambio, siembra semillas de destrucción, división y desesperación. Es nuestra responsabilidad colectiva, como creyentes y guardianes de la paz, contrarrestarlo con compasión, oración y acción.

En respuesta a la llamada del Santo Padre, nosotros, la «Iglesia joven» de Estados Unidos y del resto del mundo, tendemos la mano para apoyar a la «Iglesia más antigua del mundo» en Tierra Santa. Creemos que es nuestro deber solidarizarnos con nuestros hermanos y hermanas que se enfrentan diariamente a estas pruebas, recordándoles que no están solos. Nuestra fe, que nos une a través de continentes y culturas, es la luz que nos guía, y juntos podemos ser un faro de esperanza y amor.

Y sigamos rezando por la paz y dando generosamente en apoyo de las mujeres y hombres misioneros que están sobre el terreno, sembrando la paz.

«Es urgente pedir, rogar, interceder por la paz», dijo el Padre Gabriel Romanelli, misionero del Instituto del Verbo Encarnado que lleva cuatro años en la región, sobre todo en Gaza. «Muchos han perdido a sus seres queridos, hay miles de muertos y miles y miles de heridos, muchos han perdido sus casas, sus negocios, todo».

Nuestro llamamiento es sencillo, pero profundo. Te pedimos que te unas a nosotros en esta misión de paz. Contribuye de la forma que creas conveniente, ya sea rezando, ayunando o apoyando materialmente a los afligidos. Reunámonos todos, despojándonos de nuestras diferencias, y unámonos bajo la bandera del amor de Cristo.

Somos, ante todo, hijos del mismo Padre Celestial. No seamos meros espectadores, sino participantes activos en la construcción de un futuro lleno de esperanza y armonía. Escuchemos juntos los gritos de los que imploran desesperadamente a Cristo la paz.

Las Obras Misionales Pontificias de EE.UU. se unen a los llamamientos por la paz del Papa Francisco. En un intento de responder a este clamor tanto con la oración como con acciones concretas, hemos lanzado «Sembradores de Paz: El Fondo de Crisis de Tierra Santa», para ofrecer apoyo material a los cristianos de Tierra Santa. Para más información, haz clic aquí.